23 abril, 2024

Recuerdos de feria

Cuando llegué a la feria me estaban esperando mis hijas Lidia y Paula. Se encontraban algo molestas y dijeron: “mami ya no hay stands en “autores nacionales”. Me indigne.- ¡Vine ayer!-les dije – ¡Los organizadores me insistieron que no podía dejar reservando mi espacio! Supuestamente hoy llegábamos aquí y nos instalábamos y listo. ¡Qué horror! Voy a buscar a alguien para solucionar este problema. Mis indignadas hijas se quedaron esperando sentadas en un banquito de metal, “cuidando los libros”, bajo un sol inclemente

Claro que sí, los organizadores solucionaron el problema. Para calmar mi actitud llena de enojo, los organizadores de la feria me ofrecieron compartir el stand con “el libro de Jefferson Pérez”. ¿Qué le parece? ¡Una ubicación privilegiada! Acepté. Nos instalamos al mismo tiempo que los vecinos con quienes compartiríamos el stand, el esposo e hijos de Sandra López, la autora de “Nardo y los zapatitos de oro” (“el libro de Jefferson Pérez”). Para mis hijas y para mí fue el inicio de una jornada de arduo trabajo, de días que de repente y desde el principio se nos volvían inacabables, pero de una experiencia extraordinaria. “Abrir y cerrar la tienda” era la frase de cada día durante aquel mes de julio.

Lidia y Paula trabajaron durísimo, luego se unió mi mami (quien merece mención de honor por su colaboración); por último mi hija menor: Karyna. Debo mencionar de manera especial a mi esposo y a mi hijo Victorino Antonio quienes dieron un giro a su balanza de prioridades, y desertando del mundial de fútbol me ayudaron también en este “aburrido negocio de vender libros”. Sin mi familia el entusiasmo de participar en la feria hubiera terminado el mismo día en que empezó. Era de lo más cansado, ir y venir, sacar y poner, quitar y volver a arreglar, parquear y no tener donde parquear…y así, toda una larguísima semana. Yo sola no hubiera resistido.

Aunque la Feria Internacional del Libro fue el blanco de diversos comentarios no favorables, yo puedo contar no lo que aprecié ni lo que vi, sino lo que viví. Pienso que es esa la diferencia fundamental al momento de expresar una crítica. Para mi familia y para mí, “la feria del libro” fue una experiencia distinta. Era montar y desmontarlo todo cada día. Tener siempre una sonrisa para todo el mundo, pese al calor, el agobio, el hambre, la sed o el cansancio. También tener “suelto” para dar el cambio y la mejor disponibilidad para escuchar toda clase de historias y comentarios de la gente que pasaba por el stand, aquellos que no compraban…sino que se quedaban a conversar.

Una bibliotecaria de lo más cómica es aún el blanco de nuestra risa, su peculiar manera de hablar de sí y el sonido estrafalario de su teléfono celular…un escritor de fábulas que obsequiaba un cuento color verde de tamaño mini bolsillo y de letras no visibles ni con lupa, una viejita que se quedó leyendo “La Librería” (mi libro), lo leyó todo, no lo compró y pidió le den todos los datos de los personajes y de la autora; amigos que iban expresamente a saludar, conocidos que se alegraban de encontrarnos ahí. Entrevistas de todo tipo, fotos para la prensa y el encuentro “cara a cara” con Jefferson Pérez.

De Jefferson puedo decir que me pareció un hombre sencillo y parco, sin embargo acostumbrado a ser el centro de atención, creo que se sorprendió porque el primer día de su visita al stand, ni me percaté de su presencia, (aparentemente, claro) Al ver que el conocido deportista llegaba al stand para acompañar a Sandra López autora de Nardo y los zapatitos de oro, me concentré en mi lectura. De repente, lo vi parado frente a mi mesita en una actitud de saludo y con una amplia sonrisa. Levanté la mirada, que había tenido fija en mi libro, y lo miré. ¡Hola vecino! Le dije, ya estás aquí. Hay mucha gente esperándote y deseando tomarse fotos contigo. Hagamos algo, cuando hayas terminado con todas esas fotos y autógrafos me avisas y nos tomamos una foto los tres, Sandra (la autora del libro de Jefferson) tu y yo. “De acuerdo”, dijo Jefferson, y eso fue lo que hicimos. Al día siguiente llevé a mis hijas Paula y Karyna a participar de la lectura del libro de Jefferson y aprovecharon para tomarse fotos con él.

Entre una y otra cosa yo había descuidado un detalle, el promocionar mi libro a través de algún evento adicional al stand. Por el mismo valor que pagué para estar en la feria, tenía acceso para utilizar alguna de las salas y realizar actividades adicionales. Pensé que debía aprovechar la oportunidad, pero pensé eso un poco tarde. Las salas del Palacio de Cristal, estaban ya tomadas para la mayoría de los días, quedaban pocos espacios. Escogí el que para mí eran el día y la hora ideales. Los mismos día y hora que habían sido ideales también para los organizadores del mundial de fútbol, ya que correspondían a la final del mundial. Para empeorarlo todo, la final se prolongo… Mi esposo y mi hijo se quedaron sin habla cuando les di la noticia del día y la hora del conversatorio, más el compromiso conmigo era mayor… Igual, el conversatorio de La Librería tuvo lleno completo. Personalidades como Henry Raad Antón, Marco Arteaga Calderón, Mónica Maruri, Sonia Yánez, Lucía Rodríguez y Ángel Pescara; amigos, parientes, mis alumnos de la universidad, y visitantes de la feria llenaron la urna sur del Palacio de Cristal.

El conversatorio fue un éxito y de ahí parece que salió mi frase célebre: “no te detengas a sufrir por el pasado, ni pienses mucho en el futuro. Mejor vive y disfruta intensamente el presente” Ese, el día del conversatorio, fue el último día de la feria. “Levantamos la tienda”, nos despedimos de los vecinos, buenísimas personas por cierto, agradeciendo a la vida por el gusto de haber compartido aquella semana de trabajo. Una dura jornada en la que una vez más mi familia demostró ser no solo el soporte del stand para que funcione la venta de mis libros, sino la roca firme en la que se mantiene de pie la tienda de las historias de mi vida.

Artículos relacionados

Esto recién comienza

Una prolija investigación de este Diario reveló que más del 50 % de los $ 1.500 millones invertidos en el proyecto de la Refinería del Pacífico fueron a “contratos de consultoría” entregados […]

No hay comentarios

  1. Karyna, buen artículo, ciertamente lo que nos narras nos demuestra la importancia de tener una familia, la tuya es magnífica y me consta al haber asistido al conversatorio y comprobar el apoyo en esos momentos en que la mayoría pensaba en el mundial , pero tu audacia te llevó a realizarlo con total éxito, sigue adelante seguro seguirás cosechando muchos éxitos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×