28 marzo, 2024

Luis Napoléon Dillon: ¿Patriota o Vengador? – Tercera parte

Cuando entró en liquidación el Banco de Quito, el Gobierno autorizó al Banco Internacional de Guayaquil, de reciente constitución, a tener sucursal en Quito, siempre que se haga cargo de los activos y pasivos del primero. Fue un error que costaría muy caro.

La relación fatal entre gobernantes y banqueros no terminó en las primeras décadas de la banca. El Banco de la Unión (BDU), segundo en establecerse en Quito, corrió igual suerte que el Banco de Quito, tuvo una vida muy corta y llena de conflictos. Constituido en 1880, para 1895 se declaró en quiebra. El nuevo Banco fue bienvenido en la capital, que tenía decenios de escasez de medios de pago; no había progreso material por la falta de créditos. La inestabilidad gerencial reflejada en frecuentes cambios de gerentes, el otorgamiento de créditos de recuperación dudosa y las emisiones de los billetes sin el suficiente respaldo en metal precioso, en parte presionados por los gobiernos para conseguir préstamos, llevaron al BDU a suspender nuevas operaciones de crédito y comenzar a recoger sus billetes que se encontraban en circulación, en 1887. Desde esta fecha hasta 1895, la situación se fue deteriorando, llegando a un total estado de iliquidez. Los rumores de que no se aceptarían sus billetes en las oficinas públicas, causaron pánico y el respectivo retiro masivo de los pocos depósitos que le quedaban. El golpe de gracia fue la orden que emitió el poder Ejecutivo de que no se aceptaran esos billetes en las oficinas públicas.

Para evitar la quiebra, el Gobierno autorizó al Banco Comercial y Agrícola, recién constituido en Guayaquil, a abrir una sucursal en Quito siempre y cuando se hiciese cargo de los activos y pasivos del BDU. Sobre esta transacción, el 23 de Septiembre de 1895 los accionistas del BDU publicaron una noticia bajo el título de Plausible Nueva:

”…nos cumple noticiar al público que es una realidad la fusión de nuestro Banco con el ‘Comercial Agrícola’, que acaba de establecerse en Guayaquil, con el cuantioso capital de cinco millones de sucres. La Comisión enviada á Machachi, compuesta de los señores socios Víctor Gangotena y Manuel Jijón Larrea, para arreglar por el telégrafo estos importantes asuntos, acaba de regresar trayéndonos tan halagueños resultados”.

En 1883, como el gerente del Banco del Ecuador se negó hacer un préstamo de 130.000 pesos al dictador Ignacio de Veintimilla, éste envió a la tropa para tomarse por asalto la citada institución. El gerente la esperaba preparado con un notario y cónsules de las principales potencias del mundo de la época, quienes atestiguaron el atropello, quedando notarizado.

Hasta terminar el siglo XIX, los escándalos bancarios se dieron en Bancos no guayaquileños. Ninguno de los del principal puerto perjudicaron a los depositantes, unos fueron absorbidos y otros liquidaron sin quedar debiendo a nadie. De estos hechos históricos, los historiadores de izquierda han guardado sepulcral silencio.

Al comenzar el siglo XX, la banca estaba en manos de los Bancos de Guayaquil, no existían en Quito, ni en Cuenca. El inglés Marcus Kelly constituyó el Banco Anglo Ecuatoriano en Manabí, pero lo abrió en Guayaquil. Esta hegemonía financiera de tener la totalidad de los depósitos concentrados en instituciones financieras guayaquileñas crearon resentimientos que se fueron acumulando con el transcurso del tiempo. Para la primera década del siglo XX, Guayaquil era un emporio económico, la ciudad contaba con numerosos millonarios, proliferaban las empresas y por el enorme ingreso de divisas, el dólar y libra esterlina no fluctuaban de valor, fijados desde 1898 a 2 sucres por dólar y 10 sucres por libra esterlina, cuando Ecuador ingresó al sistema monetario Patrón Oro. El sucre era estable, símbolo de fortaleza.

El pueblo guayaquileño tenía trabajo y el Malecón se encontraba lleno de movimiento de la carga de exportación e importación. Los principales exportadores tenían sus propios muelles y el tren de la aduana paraba en cada almacén para entregar la carga importada. Para esa fecha la ciudad tenía luz eléctrica, teléfono, cable para las comunicaciones internacionales y con otras ciudades del país. En esta fecha no había escasez de bienes en Guayaquil ni alza de los precios. El dinero circulaba en toda la cadena productiva del negocio del cacao y de otros bienes exportables. Atraídos por la dinámica de los negocios, Guayaquil crecía en población. De 44000 habitantes en 1886, para 1896 había aumentado a 58000 y a 81000 en 1905.

Había tanto dinero que Alfaro aprovechó para privatizar el manejo del puerto de Guayaquil, lo que generó rentas al Estado y le permitió usar los fondos públicos para usos más afines a la función estatal. Alfaro creía en la eficiencia de la empresa privada, de hecho él ha sido el Presidente más cercano a los empresarios. En una próxima serie, analizaré este tema.

Factores externos, ajenos a los Bancos y exportadores guayaquileños, traerían el colapso de la economía ecutoriana, la pérdida de valor del sucre, el alza de los precios y otros males en la década siguiente.

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Ahora sí, la patria ya es de los mismos de siempre.

La situación actual es mucho más grave que anteriormente.

No hay comentarios

  1. ¿Cuàl es su punto señor Arosemena?, que los banqueros guayaquileños eran unas santas palomas, super honrados, incapaces de hacerle daño a nadie al contrario de los del resto del paìs donde sì habìan gente inescrupulosa, y suponiendo ingenuamente que asì era, ¿què prueba eso hoy en dìa? ¿cuàl es su punto?.
    Cabe aclarar que soy guayaquileño.

  2. En honor a la verdad se poco de economia, pero lo que si pienso y les pregunto a Uds. editores de este periodico virtual,`quièn fue? el imbecil que dio la idea de anezarnos al la real audacia de quito,ya que todos nuestros males provienen de lo alto y muy alto de la regiòn interandina,recuerdo que mi padre pablo ney vela rendòn nos hacia cantar el himno de Guayaquil federado que termina ¡Guayaquil sieme unidos luchemos por la federaciòn! en honor a la verdad que mal nos ha ido con habernos anezados a la regiòn interandina

  3. Señor Villón:
    Le recomiendo leer desde la primera parte. Si lo hace, se dará cuenta de que el tema no es si los banqueros de la costa son más o menos santas palomas que los de la sierra, usando su expresión. El tema es si Dillon actuó correcta o incorrectamente y para formarse la opinión, tendrá que esperar hasta terminar esta serie, salvo que haya leído mi obra sobre la Revolución Juliana. Si quiere adelantarse, ingrese a mi sitio web a la sección libros para descargar la cita obra
    Sitio web: http://works.bepress.com/guillermo_arosemena/

  4. El conocimiento, la capacidad y el deseo de prosperar, producen habitos de trabajo que pueden ser desarrollados por cualquier persona, grupo social, o sociedad en general que se interese por mirar hacia adelante….Creo que «ese es el punto» que debemos ENTENDER, para que revisando la historia de errores pasados, NO SE VUELVAN A COMETER.

    Estudiar historia no hace mal al entendimiento, al contrario lo sacude y lo libera de circulos viciosos.

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