24 abril, 2024

Luis Napoléon Dillon: ¿Patriota o Vengador? – Segunda parte

El nacimiento de la Banca en Ecuador fue condicionado para poder constituirse. Gabriel García Moreno exigió que para funcionar debía prestar fondos a su Gobierno desesperado por financiar el déficit presupuestario. Fue el inicio de una relación fatal entre Gobierno e instituciones financieras, que duró más de 60 años e involucró a 21 jefes de Estado, relación que tendría devastadoras consecuencias en décadas siguientes.

En efecto, García Moreno autorizó la fundación del Banco Luzarraga y la del Banco Particular, porque los principales accionistas accedieron a hacer préstamos; se trató de un chantaje que no beneficiaría a ninguna de las partes. En el caso de Luzarraga, la condición fue tener a disposición una línea de crédito permanente de 250.000 pesos. En los primeros meses y años de vida de esas instituciones financieras, García Moreno pescó a río revuelto y puso a pujar a las instituciones financieras. La misma práctica usarían posteriores presidentes y jefes de Estado.

García Moreno, que recurrió a Luzarraga para conseguir fondos, en carta a Roberto Ascázubi, se expresa del primero en los siguientes términos:

“Por una casualidad se ha descubierto que el viejo Luzarraga fue natural de la misma población en que se cree que nació Poncio Pilato, quien, como Usted sabe, fue español de las provincias vasgongadas.Y yo juzgo muy probable que no sólo el primero fue paisano del segundo sino su propio descendiente”.
Juan. P. Navarro, uno de los escritores de mayor prestigio en época de García Moreno, describió la forma como García Moreno se aprovechaba de las pugnas entre los dos mencionados bancos:

”…el Gobierno prefiere dar su atención a los Bancos, no para interponer su autoridad y oponerse a que se levanten empresas que amenazan a la seguridad pública, sino para sacar dinero de uno de ellos por salvar una dificultad, y luego por salvar la dificultad de pagarlo, recurrir al otro [Banco Particular] que se prestaba de muy buena voluntad…”

Para febrero de 1863, Luzarraga reclamó a García Moreno por la falta de transparencia del Gobierno,

”…Habiéndose admitido en las oficinas del Estado billetes en circulación del Banco Particular contra lo estipulado con el que suscribe…que las deudas serían satisfechas con los pagos producidos de los derechos de importación… PROTESTO una, dos, tres y cuantas veces el derecho permita contra el fisco de la nación…”

Así nació una relación de presión y chantaje entre gobernantes y banqueros. El primer conflicto cuyo final fue terminar en quiebra, fue el Banco de Quito, primero en operar en las provincias de la sierra. Fundado en 1869, para 1884 cerraba sus puertas por emisiones de billetes sin el debido respaldo, en parte por acciones tomadas por los gobiernos. Al respecto, el Ministro de Hacienda consideraba que el Gobierno no tenía que intervenir, alegando: “No era legal cerrar de hecho esos establecimientos, ni la prudencia permitía hacerlo, en circunstancias en que el papel circulante de los Bancos era casi el único medio representativo para los cambios”. Esta actitud de cómplice, fue diferente a la tomada cuarenta y un años después contra el Banco Comercial y Agrícola (BCA) en 1925.

Los historiadores de izquierda, particularmente los quiteños, jamás han comentado sobre esta quiebra, ni la del Banco de la Unión, segundo Banco quiteño en operar, hechos que comentaré en la tercera parte de la serie. Se limitaron a atacar al BCA y hacerlo responsable de todas las desgracias del país.

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Los veneradores de Dillon le atribuyen el ser pionero en numerosas gestiones, como haber sido el primero en proponer reformas al sistema bancario, contactar a Erwin Kemmerer para contratarlo y ser el impulsor del Banco Central. ¿Qué dice la historia documentada sobre estas iniciativas?

Los banqueros se daban cuenta de que el sistema económico y monetario debía cambiar. Ellos solicitaron al Presidente Córdova: “… el restablecimiento de una situación monetaria sana y estable…” -y para ello proponían la venida de un experto monetario extranjero para hacer un profundo análisis de la situación económica del país, para aplicar, por parte del Gobierno, las medidas aconsejadas. Los peticionarios señalaban que “…estarán dispuestos a cooperar con el gobierno, contribuyendo proporcionalmente al capital pagado de cada uno a los gastos que demande la venida de ese experto monetario….nuestra contribución se pagará bajo la condición de que el consejo que el experto dé, será seguido escrupulosamente por los Poderes Públicos”. Nos estamos refiriendo al economista Edwin Walter Kemmerer, profesor Emérito de la Universidad de Princeton, que vino a asesorar al gobierno de Isidro Ayora a un costo de ochenta mil dólares (en 1925 la cotización promedio equivalió a 4 sucres por dólar).

No hay comentarios

  1. García Moreno es el único guayaquileño decente que ha existido. Si estableció esas condiciones debió ser por razones de interés social.

  2. En mis visitas a la Biblioteca Aurelio Espinoza Pólit S. J. de la Compañ{ia de Jesús, en Quito, pude leer interesantes documentos sobre estos bancos quiteños que menciona Guillermo en su art{iculo en comento.

    Cosa muy cierta la que dice aquí el autor: los «historiadores» de izquierda serrana han hecho únicos culpables del pasado financiero y sus pecados a emprendedores guayaquileños, como si eran los únicos responsables de lo sucedido en el Ecuador y sus siempre penosas instituciones gubernamentales.

  3. A Franco:

    Habría que ver quienes han dirigido al Ecuador y sus «penosas» instituciones. La mayor parte de la historia nacional el Ecuador ha sido administrado por la oligarquía guayaquileña, de ahí el desastre de sus instituciones.

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