19 abril, 2024

Notas sobre lenguaje: El vocablo «emergente»

La lengua, el lenguaje son la facultad del ser humano para comunicarse. Cada cultura tiene su sistema particular de comunicación, sus modismos y sus localismos. Ecuador no es la excepción.

Los ecuatorianos concientes, y en particular aquellos que al escribir pretendemos ejercer alguna influencia en quien nos lea, tenemos la obligación de transmitir nuestras ideas de la manera más clara y precisa posible. Esa misma responsabilidad se la endilgo a políticos y personajes públicos, quienes son más vistos, escuchados y leídos, causan interés, llaman la atención e incluso pueden llegar a imponer esquemas, paradigmas y hasta modas; están ellos obligados a conocer la lengua, el idioma y sus modos, maneras y modismos… todo por el bien común.

Es así cómo, en estos días, constantemente oímos y leemos en los medios de comunicación y mucho en el uso diario, en el habla coloquial que se usa el término «emergente», dándole connotaciones y significados de lo más antojadizos y arbitrarios. Vamos con algo de tecnicismos lingüísticos.

Esta palabra es el participio activo (o participio de presente) del verbo «emerger», y las dos acepciones que nos da el DRAE dicen: «1. Que emerge; 2. Que nace, sale y tiene principio de otra cosa». El verbo emerger, a su vez, que proviene del latín «emergere», es un verbo intransitivo que significa: «Brotar, salir del agua u otro líquido».

Pues bien, últimamente se ha usado este término dándole el sentido de «de emergencia», siendo que ningún participio, ni activo ni pasivo, nace de un sustantivo, sino, como se ha expuesto, de un verbo. A pesar de esto, el sustantivo «emergencia» sí tiene relación con «emerger», ya que, en su primera acepción, significa: «Acción y efecto de emerger», siendo la más usual la segunda: «Suceso, accidente que sobreviene».
 
Se ha llegado incluso a plantear, oficialmente, un «Plan Emergente» para no sé qué cosa… en este caso, se comprende que dicho Plan está naciendo, está emergiendo, saliendo de alguna otra cosa. De la misma manera, el Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, por ejemplo, tiene sendos letreros que anuncian «Obras Emergentes», como si las obras estuvieran saliendo del suelo en que se realizan.
 
Lo peor de todo es que se oye a comunicadores sociales, ora en radio, ora en televisión, decir que tal o cual situación, o una u otra medida «es emergente».
 
Que técnicos o burócratas cometan tal desliz, bueno, venga y pase… ¡Pero que los periodistas o comunicadores sociales caigan en algo así no es concebible! ¿No son éstos quienes tienen como principal herramienta al idioma y deben hacer lo posible por dominarla y, antes de hablar, saber el significado de cada término que usan? Es como si un mecánico no supiera para qué sirve una llave de tuercas o un cirujano confundiera la pinza con el bisturí. Cierto radiolocutor, de alguna relevancia en los dos últimos años, ha hecho uso de tal audacia que llegó a afirmar, categóricamente, que «emergente significa de emergencia, ¡y punto!».

Como la connotación que se pretende es la de «urgente» (para emergente), en relación a «urgencia» (para emergencia), puede recomendarse el uso de este participio activo del verbo «urgir» en lugar del tan citado «emergente».

Habrá políticos y funcionarios públicos, muy soberbios y engreídos por el apoyo del pueblo (de sus súbditos, en algunos casos), a quienes no les importen estas observaciones ni comprendan cuánto pueden conseguir si, antes de hablar o de socializar sus ideas, ponen un poco de interés en saber qué dicen, cómo lo dicen y qué significado tienen sus palabras. No basta con hacerse cargo de la educación pública, hay que enseñar con el ejemplo.
 
La idea es que cada uno de nosotros, de aquellos que estamos en capacidad de transmitir lo que es correcto, cumplamos con nuestro deber CÍVICO de promover la cultura de manera adecuada, colaborando para que la formación de nuestros conciudadanos esté acorde con las metas que nos fijamos. Porque «hacer lo correcto» no es sólo cumplir con lo que nos corresponde, sino también ayudar a quienes lo necesitan a hacerlo, aunque esta ayuda «sólo» sea de tipo semántico o lingüístico.

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Japón

Es la tercera economía mundial, después de los Estados Unidos y la China. La presión fiscal es menor que la de cualquier otra potencia occidental, apenas un 26% del PIB; solo una minoría de empleados y obreros paga impuesto a la renta, el IVA es apenas 5%, los impuestos corporativos son los que más sostienen el Gobierno. El crecimiento económico japonés de las décadas de la posguerra hasta los ochentas, es lo que se conoce como el milagro económico que los llevó a alcanzar el grado de desarrollo actual.

El constante desarrollo tecnológico, su esmerada ética de trabajo y la reconocida calidad de sus productos, son los factores que más han influido para su éxito económico. La cooperación entre Gobierno e industria, la libertad económica, la interacción permanente con los centros de educativos y de investigación, han permitido su permanente avance.

No hay comentarios

  1. Mauricio:
    Muy claro tu escrito. Luego de leerlo me deja una gran interrogante. No será que nos están lavando el cerebro, hasta a las personas que piensan un poco más que nosotros, a los encargados de mantenernos informados y a los educadores, en general a las personas que hacen la opinión pública, de que ?estamos emergiendo como el ave FENIX? a la debacle de nuestra sociedad, de nuestras ideologías, de nuestra libertad, de nuestra producción, de nuestros trabajos, de nuestras familias, de nuestros ingresos, de nuestra salud, de nuestra educación y la de nuestros hijos y nietos, de nuestro país, al llevarnos a una socialismo de siglo 21. (Intencionalmente todo en minúsculas)
    Te dejo este mi pensamiento ¿EMERGENTE o URGENTE? a tu escrito. JA
    Un abrazo
    Luis Alberto Hidalgo

  2. Mauri! que pertinente me ha parecido tus notas sobre el vocablo emergente. Tomamos el lenguaje y lo manipulamos a nuestra comodidad y pocas veces nos damos un tiempo para pensar si lo que decimos o escribimos es correcto. Como futura comunicadora puedo comentarte que fácilmente podemos caer en estos erores garrafales y como comunicadores imperdonables! Gracias porque personas como tu permiten que la riqueza del español no se pierda!

  3. Señor Mauricio,

    Comparto su observación, y celebro su conocimiento del idioma, pero mas allá que esto, felicito su interés, CONSTRUCTIVO, ante los hechos que estamos viviendo, puesto que no solo tenemos la obligación de ver los errores, sino también la de corregirlos en la medida de nuestras posibilidades; hacia la costrucción de un mejor País y un mundo mas CIVILIZADO, donde la meta sea el bien común.

  4. Mauricio, tienes el don de la palabra y debes dejarla emerger con mayor frecuencia e intensidad, para evitar que nuestro lenguaje caiga en emergencia…un abrazo y sigue adelante.

  5. Oportuna aclaración. Muchas veces los periodistas nos contentamos con tener el testimonio de una persona sin tomar en cuenta qué dice. Ese no es el error, el problema surge cuando lo repetimos textualmente… Eso me pasa seguido.
    ¡Qué jalada!
    Gracias por aportar a mi «crecimiento espiritual, moral y universal…»

  6. Mi querido Charly:

    Este artículo está en circulación desde 2008. Lo he enviado a muchos periodistas, en especial cuando les he oído el mal uso; algunos (pocos) de ellos me han agradecido, pero resulta que, luego, vuelvo a oírles lo mismo.

    ¡Qué difícil que es cambiar un mal hábito, hermano!

    Saludos,

    MAD

  7. MUY AL MARGEN DE QUE TENGAMOS LOS MISMOS APELLIDOS CON MAURICIO (MI HERMANO), ESTOY TOTALMENTE DE ACUERDO CON EL. YO SIEMPRE TUVE CLARO QUE SIGNIFICA LA PALABRA -EMERGENTE-, DE AHI QUE, HE TENIDO UNA CONFUSION SERIA AL ESCUCHAR Y LEER ESTE TERMINO TAN PUBLICAMENTE CON UNA FALTA DE CONOCIMIENTO CLARO Y DE RESPONSABILIDAD. MUCHAS GRACIAS A MAURICIO Y A TODAS LAS PERSONAS QUE NOS AYUDAN -CRECER- Y CUIDAR EL LENGUAJE ESPANOL CORRECTO.

  8. Yo creo que el uso de «emergente» como derivado de «emergencia», denota, no sólo ignorancia, sino vagancia : a los que hablan así les da pereza averiguar cuestiones o dudas lingüísticas. Y así se quedarán hasta el fin de los siglos.

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