25 abril, 2024

La Participación y la Solidaridad

La participación
 
“Consecuencia característica de la subsidiaridad es la participación, que se expresa, esencialmente en una serie de actividades mediante las cuales el ciudadano, como individuo o asociado a otros, directamente o por medio de los propios representantes, contribuye a la vida cultural, económica, política y social de la comunidad civil a la que pertenece. La participación es un deber que todos han de cumplir conscientemente, en modo responsable y con vistas al bien común.” (DSI 189)
 
“La participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente  el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia.” (DSI 190)

 
La solidaridad
 
La solidaridad, aunque falte explícitamente la palabra, es uno de los principios basilares de la Rerum Novarum, como acertadamente lo indica el Beato Juan XXIII en la “Mater et Magistra” (1961) y se lee en la DSI.
 
“La solidaridad confiere particular relieve a la intrínseca sociabilidad de la persona humana, a la igualdad de todos en dignidad y derechos, al camino común de los hombres y de los pueblos hacia una unidad cada vez más convencida.” (DSI 192)
 
“El mensaje de la doctrina social acerca de la solidaridad pone en evidencia el hecho de que existen vínculos estrechos entre solidaridad y bien común, solidaridad y destino universal de los bienes, solidaridad e igualdad entre los hombres y los pueblos, solidaridad y paz en el mundo.” (DSI 194)
 
“El principio de solidaridad implica que los hombres de nuestro tiempo cultiven aún más la conciencia de la deuda que tienen con la sociedad en la cual están insertos: son deudores de aquellas condiciones que facilitan la existencia humana, así como del patrimonio, indivisible e indispensable, constituido por la cultura, el conocimiento científico y tecnológico, los bienes materiales e inmateriales y todo aquello que la actividad humana ha producido.” (DSI 195)
 
Ser solidario es ser un bloque sólido con los necesitados, ayudarnos mutuamente con amor, justicia y caridad. Solidaridad no es darle dinero al necesitado, eso es simple asistencialismo. Es bueno darle el pan o el alimento del día, pero es mucho mejor, enseñarle a ganarlo dignamente, darle facilidades para que trabaje, para que emplee su tiempo en algo útil, darle facilidades para que cumpla con el sagrado deber de ganar el pan con el sudor de su frente.
 
"La cumbre insuperable de la perspectiva indicada es la vida de Jesús de Nazareth, el hombre nuevo, solidario con la humanidad hasta la muerte de cruz. Jesús de Nazareth hace resplandecer ante los ojos de los hombres el nexo entre solidaridad y caridad, iluminando todo su significado. A la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces el prójimo no es solamente un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se convierte en imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo. Por lo tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor, y por él se debe estar dispuesto al sacrificio, incluso extremo: dar la vida por los hermanos." (DSI 196)
 
No podemos permanecer indiferentes  a las necesidades de nuestro prójimo más desfavorecido. Es nuestro deber colaborar con nuestro hermano necesitado. Es más, debemos agradecer la oportunidad de colaborar y ayudar, pues esto es nuestra obligación y nos acerca más a Dios. Acumular dinero, no nos lleva a nada. Nadie puede llevarse al morir, ni un centavo de lo acumulado en la tierra. ¿La fama? No hay muerto malo y los honores que se rinden a los grandes hombres son criticados por muchos, sobre todo si sus virtudes han sido superadas por sus defectos. El orgullo desmedido, las ansias de elogio y adulo, malinterpretando el “En vida, hermano, en vida”, ha hecho que se hagan monumentos y se rindan homenajes a muchas personas, algunos muy merecidos, generalmente no buscados y otros falsos, generalmente buscados. Sólo el amor bien entendido, el dar sin esperar recibir, la entrega, la caridad, el ayudar a nuestro hermano necesitado, nos abre las puertas del cielo y nos da la satisfacción espiritual de no haber vivido en vano.
 
La solidaridad sin subsidiaridad degenera fácilmente en asistencialismo, mientras que la subsidiaridad sin solidaridad corre el peligro de alimentar formas de localismo egoísta. Un Estado debe estar consciente del bien y el mal que puede hacer a sus ciudadanos.

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